Quiero desde aquí dar las gracias a todas las personas que he conocido en Ecuador y que me han dado y enseñado tanto y que nunca las olvidaré:
Ecuatorianas y no ecuatorianas...
Mayores y pequeños...
Vivas y difuntas...
Si difuntas... porque a monseñor Proaño no le he conocido vivo pero sí que he leído durante este tiempo su obra y creo que le he llegado a conocer.